domingo, 3 de enero de 2010

Sujetos al/de tiempo...


Horas que transcurren al ritmo de los corazones encontrados, cómplices de los momentos de la vida y compañeros de todos los destinos.

Muchos momentos, millones de situaciones… Pareciera fuera hoy cuando aprendimos a mirar, pareciera fuera ayer el futuro que nos encuentra. Ojos que admiran la madurez de los seres queridos, amigos que se hacen sentir a pesar de la distancia, que traspasan el recuerdo para volver a pronunciar su presente.

Minutos que marcan el adiós en el andén lleno de encuentros, que cuestionan las lágrimas derramadas de los seres sonrientes… Todos buscando razones cuando los motivos, simples, sencillos e íntegros, ahí están.

“Porques” que salen de excursión, en el tren de la vida que no tiene estaciones… Estaciones que encuentran trenes desviados, sin vía pero plenos de felicidad y con su rumbo pensado, repleto de emociones… Puentes que se vislumbran entre el ayer y hoy, construídos con esencia sólida y con pasión consolidada…

Tiempo que cura, tiempo que enseña, tiempo que calla, que explica o que rehabilita… Que en algún momento ve madurar la fruta del árbol caído, ve florecer los tulipanes de invierno o las hojas amarillas de verano. Tiempo de sonrisas compartidas, de creer sin esperar, de confiar sin reprochar, de amar sin querer, de dejar sin proyectar…

Segundos que transcurren y nos siguen contando que somos esto que somos, lo que tenemos, lo que podemos, lo que anhelamos y lo que queremos. Segundos que narran de donde venimos, pronuncian la sangre y hacen hablar a la tierra, que nos ve desnudos pese a los disfraces, que escucha los mismos idiomas, pronuncia la necesidad de nuestras almas y organiza el devenir en nuestra ilógica rutina.
Tiempo de ser lo que somos, de dejarse llevar con la brisa de la vida, de vivir ilimitadamente cada circunstancia, de contemplar con los sentidos, de reir con el alma, de agradecer lo que quiso que fuese y será cada historia. Tiempo de abrazarnos sin adueñarnos, de encontrarnos sin atarnos, de disculparnos sin reclamarnos, de observarnos sin juzgarnos, de entendernos sin justificarnos.
Dejarnos llevar sin evaluar tanto, porque nos preocupamos en cosas tan banales como el hilo que se corta en un pajar… que de vivir nos falta ocuparnos.


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