lunes, 14 de septiembre de 2015

A esos locos bajitos



Ellos, quienes nada gritan aunque todo lo sepan. Y como marionetas del destino andan buscando encontrar su lugar en este mundo, bello, pero en el que hemos llegado a vivir sin escrúpulos…

Esos locos bajitos, tan adultos con sólo escalones del camino, recientemente transcurridos.
Quienes no entienden de injusticias, pero las viven en carne propia…
Pequeños genios, que le dan a la vida una oportunidad de mejorar cada día. Que todo lo callan, pero nada lo ocultan…

Leales, sinceros y sin caretas para decir lo que sienten, lo que eligen o su forma genuina de volver cada momento tan ameno como increíble.
Grandes pensadores en pequeños cuerpecitos, que tras un silencio particular guardan cuidadosamente lo que viven.

Que buscan a diario un abrazo perdido, esa caricia olvidada y ese desamparo del alma, ese que les pide a gritos ser escuchado. O tal vez esa soledad mundana, que tantas veces no les da sosiego.
Ángeles en la tierra, que cargan con la cruz del olvido, de la demonización o el prejuicio y sólo pretenden un respiro ante tanta mochila pesada que por azar les ha tocado llevar…

Historias paralelas, pequeños cuentos de pequeños luchadores que esperan ver ojos que lean finales felices. Ellos, a quienes el sistema les ha quitado sus privilegios de ser niños…

Ellos, a quienes el modelo les habla de derechos sin escucharlos. Mendigos de amor, prisioneros de decisiones sin culpa…
Esperan a alguien que quiera oírlos o a quien contagiar sus ideas y travesuras, que respete sus tiempos en esta vorágine que vivimos… Un “alguien” sincero que no entienda de etiquetas sociales de las que ellos, jamás entenderían (aunque la vivan en carne propia)…

En su búsqueda, tan sigilosa como verdadera, derrochan ocurrencias, no escatiman en gestos de grandeza, menos aún en agradecer y ser fiel a esa mano que los ampara cuando tan necesario se vuelve su abrazo…

Miradas cómplices, sonrisas contagiosas, energía sana y vital de gestos compartidos que, tantas veces, se bifurcan por esa infancia forzadamente infeliz que les ha tocado…

A ellos, a esos locos bajitos deberíamos pedirles perdón!
Perdón, por no traerlos a ese mundo que en sueños imaginaban…
Perdón, por decidir sin hacerlos parte, por cortarles sus alas…
Perdón, por adulterar sus ideales, sus ganas y sus etapas… Por hacer creer que esas estructuras formadas en sus mentes es la ideal, aunque este bien lejos de serlo.
Perdón por volverlos cómplices de decisiones que ni siquiera podrían diseñar en sus pensamientos.

Por quitarles tantas veces su sonrisa a costa de priorizar nuestros intereses…
Por hacerlos vivir tan rápido el hambre, hambre también de verdad y de justicia…
Por robarles ilusiones, en nuestro deseo de hacer lo que se nos de la gana…
Perdón porque compartir se puede y darles la razón, ya que vivir no necesariamente es competir…

Contarles, que la vida puede ser bella, que la naturaleza nos puede dar muchisimo si la cuidamos, que el respeto, el buen trato, el amor y la responsabilidad existen. Y que pensar en el otro y no sólo en mi es la forma de construir…

Que el entendimiento es necesario siempre y que valorarse es la forma de ser valorado...

Pedirles además un favor y contarles que sólo depende de ellos, que de a poquito y si nos tienen paciencia, se animen a enseñarnos. Nos vuelvan a ver nacer…

Que sin importar el cómo y a su manera, nos den cátedra… Porque estoy segura de que ellos tienen la posta!

Ellos son quienes saben, sólo que como adultos (creo), más a menudo y sin prejuicios, deberíamos dejarlos SER!